La comunión de los santos en la vida y escritos de Santa Teresa de Lisieux
CA Cuaderno amarillo de la Madre Inés de Jesús. La numeración corresponde al día, mes y número de pensamiento del día. Ej: CA 17.7.2 es pensamiento número 2 del 17 de julio (siempre de 1897)
CR Consejos y recuerdos de sor Genoveva
Cta Cartas de Santa Teresa de Lisieux
DAmS Carta Apostólica Divini Amoris Scientia.
Ms A, B y C. Manuscritos autobiográficos A, B y C. Los números y letras corresponden a la hoja y cara de la misma. Ej: Ms B 4rº Hoja nº 4, cara anterior del Manuscrito B.
Or Oraciones de Santa Teresa de Lisieux
RP Representaciones piadosas
UC Ultimas conversaciones
“Hasta cuando el Señor venga revestido de majestad y acompañado de todos sus ángeles (cf. Mt., 25,3) y destruida la muerte le sean sometidas todas las cosas (cf. 1 Cor. 15,26-27), algunos entre sus discípulos peregrinan en la tierra otros, ya difuntos, se purifican, mientras otros son glorificados contemplando claramente al mismo Dios, Uno y Trino, tal cual es; mas todos, aunque en grado y formas distintas, estamos unidos en fraterna caridad y cantamos el mismo himno de gloria a nuestro Dios. Porque todos los que son de Cristo y tienen su Espíritu crecen juntos y en El se unen entre sí, formando una sola Iglesia (cf. Ef., 4,16). LG 49
El Concilio Vaticano II, al insertar a la Iglesia en la economía salvífica del Padre, ha señalado que ella participa de la dimensión de misterio del mismo Dios. Para acercarnos a su complexa realitas nos valemos de distintas analogías, que subrayan aspectos verdaderos pero parciales. Una de las más originales ha sido la de considerar a la Iglesia como “sacramento”. Esta analogía permite valorar las dimensiones que la componen en su justa medida, aunque no siempre sea fácil equilibrarlas.
Muchas veces se ha perdido de vista que lo más importante de ella no es lo que se ve, sino lo invisible: “lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno” (2 Cor 4, 18). Esto ha significado un grave empobrecimiento para la teología y sobre todo para la vida de los fieles, que corren el riesgo de vivir en una Iglesia poco distinta a cualquier sociedad civil con un fin humano. Sucede a veces que se puede considerar la Iglesia como comunión, pero restringiendo el sentido del término al ámbito de las relaciones externas.
Al elegir el tema de la comunión de los santos, pretendo referirme al segundo sentido que, según el Catecismo la expresión tiene: el de “comunión entre las personas santas”, fundada en la realidad del Cuerpo Místico. Creo que es un aspecto que nos permite redescubrir la dimensión más profunda de la Iglesia. En efecto, la comunión de los santos ha sido señalada por algunos teólogos como la res tantum de la Iglesia sacramento de Cristo. Esta comunión sobrenatural debe verificarse y hacerse realidad en estructuras y modos de actuar concretas, pero éstas sólo encuentran su razón última en la primera.
Dos razones de actualidad me mueven también a elegir el tema. Para un mundo temeroso ante el futuro y a la vez cerrado a la trascendencia, la comunión de los santos es un mensaje esperanzador. La Iglesia – y en ella la humanidad- será consumada sólo al final de los tiempos. Los que ya han llegado son la verdadera Iglesia, la Iglesia ya consumándose. Y ellos viven junto a nosotros, siguen siendo miembros nuestros, llenos de amor y solicitud.
Pienso además que en una cultura marcada por el individualismo, considerar a la Iglesia como “comunión de los santos” nos permite descubrir la misteriosa solidaridad entre los miembros de Cristo, a la cual están llamados todos los hombres. Nos preserva tanto de la soledad –nunca estamos solos- como del error de querer “salvarnos solos”.
La proclamación de su doctorado el 19 de octubre de 1997 significó –como los doctorados de Teresa de Jesús y Catalina de Siena por Pablo VI- una verdadera enseñanza magisterial. Una joven que no superó los 25 años, que nunca fue o enseñó en la universidad ni escribió tratados teológicos; que voluntariamente se encierra en un convento a los 15 años, con un número de relaciones reducido en extremo. Ella fue colocada junto a santos y doctores de la talla de Santo Tomás de Aquino, San Agustín de Hipona o San Buenaventura. Su doctorado se nos presenta así con el estilo paradojal del Evangelio mismo. Juan Pablo II lo justifica del siguiente modo
Aunque Teresa no tiene propiamente un cuerpo doctrinal, sus escritos irradian particulares fulgores de doctrina que, como por un carisma del Espíritu Santo, captan el centro mismo del mensaje de la Revelación en una visión original e inédita, presentando una enseñanza cualitativamente eminente. DAmS nº 8
En ella, de modo más claro aún que en los demás doctores, podemos ver a Dios que en sus santos quiere continuar revelándose a sí mismo. Balthasar ha escrito que cada santo -de modo especial aquellos con una misión teológica-, “es una nueva exposición de la revelación, un enriquecimiento de la doctrina en torno a rasgos poco observados hasta ahora. (...)su existencia es un fenómeno teológico que encierra en sí una doctrina viva, fecunda y adaptada a la época, doctrina regalada por el Espíritu Santo”
Por eso es importante subrayar que Teresa no es simplemente una maestra de vida espiritual, de praxis cristiana. Su vida y su palabra esclarecen y ayudan a penetrar el misterio mismo. En nuestro caso, queremos aprender de ella qué es la Iglesia. Claro que no encontramos reflexiones pastorales, sobre la relación Iglesia - mundo, jerarquía - laicado, iglesia particular - universal, etc.
Sí encontraremos un tesoro de enseñanzas sobre el misterio más íntimo de la Iglesia. Ella hace redescubrir a su siglo -en el cual, como han notado muchos, se había insistido excesivamente en una visión de la Iglesia más jurídica y exterior- que la Iglesia es esencialmente el Cuerpo místico de Cristo, del cual cada uno de nosotros somos miembros y en el cual vivimos íntimamente compenetrados.
Esto nos lleva al último aspecto que me invita a elegirla como guía: en ella doctrina y vida van íntimamente unidas. Balthasar ha señalado, en un artículo famoso, la nefasta separación entre teología y santidad, entre dogmática y espiritualidad: “En tanto que fue una teología de santos, la teología fue una teología arrodillada; por ello fueron tan inmensos su provecho para la oración, su fecundidad para la oración, su poder engendrador de oración. Hubo un momento en que se pasó de la teología arrodillada a la teología sentada.”. Teresita, por el contrario, vive intensamente en la realidad del Cuerpo místico, desde el inicio de su vida. Y cada día su corazón se expande más y va descubriendo dimensiones insospechadas para su existencia eclesial. Sólo de esa experiencia brotan sus enseñanzas sobre la Iglesia..
La Lumen Gentium, por su parte, enseña que en los santos "nos habla Dios mismo" (nº 50). Por esta razón, con el fin de profundizar en los divinos misterios, que son siempre más grandes que nuestros pensamientos, se atribuye un valor especial a la experiencia espiritual de los santos, y no es casualidad que la Iglesia escoja únicamente entre ellos a las personas a quienes quiere otorgar el título de "Doctor". Juan Pablo II, Homilía, 19 de octubre de 1997.nº 3
Su doctrina es, a la vez, una profesión de la fe de la Iglesia, una experiencia del misterio cristiano y un camino hacia la santidad. Teresa ofrece una síntesis madura de la espiritualidad cristiana: une la teología y la vida espiritual, se expresa con vigor y autoridad, con gran capacidad de persuasión y de comunicación, como lo demuestra la aceptación y la difusión de su mensaje en el pueblo de Dios. DAmS, nº 5
Por esta razón en el presente trabajo no me detendré sólo en los escritos, sino que intentaré explorar también sus vivencias: cómo Teresa es llevada por Dios a vivir cada vez más profundamente su vocación en el cuerpo místico y cómo ella responde.
En un primer apartado, me referiré a su vida de comunión con la Iglesia celestial (I). En segundo término, desarrollaré más extensamente su visión de la vocación carmelita y su crecimiento en la comprensión de la Iglesia (II). Para concluir, señalo su imagen del Cielo (III).
Teresita vivió desde su infancia en un ambiente marcado por lo sobrenatural. Tanto sus padres como sus hermanas mayores eran fervorosos creyentes, con una espiritualidad muy marcada por el pensamiento del cielo. Combes afirma que “desde los cinco o seis años Teresita sintió y aún comprendió que la fase de la vida humana que se desarrolla sobre la tierra no es más que una preparación a la verdadera vida, que es la del Cielo”
Pero fueron experiencias dolorosas las que le permitieron vivir con una gran cercanía la presencia y solicitud de los santos en su propia vida: la curación milagrosa por la sonrisa de la Virgen, el final de los escrúpulos por la invocación de sus hermanitos y el consuelo en medio de la más terrible prueba de la fe. Ella nos ha narrado estos hechos en los que experimentó la cercanía de los bienaventurados y en los que comenzamos a vislumbrar su visión del cielo.
A principios de 1893, a la edad de 10 años, Teresita atraviesa momentos dolorosísimos. Durante un viaje de su padre a París, su tío evoca el recuerdo de su difunda madre. Teresita entra en una crisis nerviosa, que se prolonga en una extraña enfermedad. Fueron cinco semanas de angustia por la situación, que incluía accesos de fiebre, dolores de cabeza, delirio, y debilidad general. Todos los esfuerzos humanos fueron inútiles. Los médicos no acertaban ni a diagnosticar cual era su dolencia. El domingo 13 de Mayo de 1883, día en que Teresita tuvo una crisis de gravedad, sus hermanas -que estaban haciendo una novena a Nuestra Señora de las Victorias por su curación- se postraron delante de la imagen de María que tenía en la habitación. Teresita nos cuenta entonces cómo aconteció su curación, que ella no duda en llamar milagro:
También la pobre Teresita, al no encontrar ninguna ayuda en la tierra, se había vuelto hacia su madre del cielo, suplicándole con toda su alma que tuviese por fin piedad de ella... De repente, la Santísima Virgen me pareció hermosa, tan hermosa, que yo nunca había visto nada tan bello. Su rostro respiraba una bondad y una ternura inefables. Pero lo que me caló hasta el fondo del alma fue la “encantadora sonrisa de la Santísima Virgen. Ms A 30 rº
Teresita cuenta cómo esta experiencia fue de un gozo inmenso, que pronto se volvió amargura. Casi inmediatamente después de su curación, comienza a padecer “dolores de alma”. Aunque puede disfrutar también momentos de felicidad verdadera, permanecía débil psíquica y afectivamente, con un carácter difícil, excesivamente sensible y necesitado de cariño.
Pero como en 1883, nuevamente la gracia del cielo viene a sanarla. Esta gracia fue pedida por Teresita por intercesión de sus cuatro hermanitos y hermanitas del cielo. Esta intervención, narrada en el Manuscrito A nos da la oportunidad de comenzar a descubrir su doctrina sobre los bienaventurados:
Cuando María entró en el Carmelo, yo era todavía muy escrupulosa. Como ya no podía confiarme a ella, me volví hacia el cielo. Me dirigí a los cuatro angelitos que me habían precedido allá arriba, pues pensé que aquellas almas inocentes, que nunca habían conocido ni las turbaciones ni los miedos, deberían tener compasión de su pobre hermanita que estaba sufriendo en la tierra.
Les hablé con la sencillez de un niño, haciéndoles notar que, al ser la última de la familia, siempre había sido la más querida y la más colmada de ternuras por mis hermanas, y que si ellos hubieran permanecido en la tierra me hubieran dado también sin duda alguna pruebas de caridad... Su partida para el cielo no me parecía una razón suficiente para que me olvidasen; al contrario, ya que se hallaban en situación de disponer de los tesoros divinos, debían tomar de ellos la paz para mí y mostrarme así que también en el cielo se sabe amar Ms A 44rº
Como pronto veremos, Teresita sueña para sí este cielo, llegando a formular la idea con términos de un realismo increíble. Ella está segura de que su padre y su madre, junto a sus hermanitos están ya en el Cielo. Por eso no le cuesta lo más mínimo pasar de esta realidad a considerar a la vida del cielo a imagen y semejanza de su infancia: “¡qué dulce será la vida de familia que gozaremos por toda la eternidad!” (Cta 226) Los santos son desde esta vida nuestros hermanos. Teresa describe también cómo, participando de la vida de Dios, no pueden tener sino sus mismos sentimientos que él hacia nosotros: su amor y su misericordia. En una carta y un pensamiento del mismo día nos dice:
Yo creo que los bienaventurados tienen una enorme compasión de nuestras miserias: se acuerdan de que cuando eran frágiles y mortales como nosotros cometieron las mismas faltas que nosotros y sostuvieron los mismos combates, y su cariño fraternal es todavía mayor que el que nos tuvieron en la tierra, y por eso no dejan de protegernos y de orar por nosotros. Cta 263, del 10 de Agosto de 1897, al abate Belliere
Cuando ese día la madre Inés le mostró un cuadro de Juana de Arco en la prisión, Teresita responde: “También a mí me animan los santos en mi prisión. Me dicen: mientras estés entre rejas, no puedes cumplir tu misión, pero más tarde, después de tu muerte, llegará la hora de tus trabajos y tus conquistas” CA 10.8.4
Cualquiera pensaría que al llegar a la cumbre de la santidad, el cristiano debe quedarse con sólo Dios, dejando de lado las mediaciones. En Teresita vemos coincidir su apogeo espiritual y una más profunda conciencia eclesial. Los demás no son en el plan de Dios obstáculos para nuestro amor a él.
Cuando Pío XI, en 1927, proclamó a Teresita como patrona de las misiones, realizó mucho más que un acto disciplinar. De algún modo confirmó e iluminó el dogma de la comunión de los santos, fundamento de esta proclamación. En la existencia misionera de la carmelita de Lisieux se verifica esa colaboración y solidaridad misteriosa que cada miembro de la Iglesia tiene con los demás
Para quienes vivimos a principios del s. XXI puede ser natural considerar esta dimensión apostólica como constitutiva de la vocación carmelita, en parte gracias al influjo impresionante de nuestra santa. Sin embargo, la misma Teresita vivió un desarrollo en su visión del Carmelo. Dejándose guiar por Jesús, su “director”, ella lleva la intuición apostólica de Teresa de Jesús a extremos insospechados, marcando un verdadero desarrollo en la historia de la vida contemplativo.
Teresita, desde muy niña, sueña ya con la vida contemplativa. En los tiempos en que con María, su prima, jugaban a ser ermitañas, declaró que quería vivir solitaria, irse muy lejos a un desierto. Cuando Paulina, antes de ingresar, le explicó la vocación carmelitana, comprendió “que el Carmelo era el desierto a donde Dios quería llevarla”, y quiere ir a él “únicamente por Jesús” (Ms A 26 rº). La vida contemplativa se le presenta como una aventura a escondidas con Dios. Es verdad que Paulina le explica que en el Carmelo se reza por los pecadores y por los sacerdotes. Pero el interés primero de Teresita es “sólo Jesús”. Evidentemente que este ideal no es ilegítimo. Balthasar señala: “los padres, sin excepción, poseían una motivación e idea de la contemplación preferentemente individualista” Es verdad que surge en la mística de la Edad Media “la idea de fecundidad contemplativa, pero sin lograr desprenderse del todo del esquema tradicional. La mística española, a consecuencia de su actitud reflexiva y psicológica, sigue a su vez prisionera de la disposición del sujeto contemplativo”. Hasta aquí vemos a Teresita -¡una Teresita de nueve años!- en continuidad con ese ideal, anhelando el .Carmelo donde Jesús la llevaría para hacerla su esposa. Allí, escondida de la tierra, sólo viviría en la espera de su unión eterna, en la esperanza del Cielo
Un domingo de julio de 1887, a continuación de la Misa, en el momento preciso en que Teresita cerraba su libro, atrajo su mirada una estampa que acababa de corrérsele un poco fuera de las páginas. Es esta simple mirada, dejada caer inadvertidamente sobre una parte tan sólo de una estampa ya bien conocida –la mano sangrante de un Crucificado-, la que desencadena súbitamente un cambio trascendental para su historia personal.
Me sentí profundamente impresionada por la sangre que caía de una de sus divinas manos. Sentí un gran dolor al pensar que esa sangre caía al suelo sin que nadie se apresurase a recogerla. Tomé la resolución de estar siempre con el espíritu al pie de la Cruz para recibir el rocío divino que goteaba de ella, y comprendí que luego tendría que derramarla sobre las almas.
También resonaba continuamente en mi corazón el grito de Jesús en la Cruz: “tengo sed”. Estas palabras encendían en mí un ardor desconocido y muy vivo... quería dar a beber a mi amado, y yo misma me vi devorada por al sed de almas... No eran todavía las almas de los sacerdotes las que me atraían, sino la de los grandes pecadores; ardía en deseos de arrancarlos del fuego eterno. Ms A, 45vº
Aquí vemos cómo Dios, con una rayo de luz, va ensanchando la mirada y el corazón de Teresita. Ella misma reconoce esta acción de Dios que “supo sacarme del estrecho círculo en el que yo daba vueltas y vueltas sin acertar a salir” (Ms A 46 vº).El amor de las almas se adueña de su vida para siempre, y la obliga por lo mismo a una elección.
Cuando Teresita escribe el manuscrito A hacía ya 8 años que vivía en el Carmelo, y tiene por ello una visión unitaria de su historia personal. Desde allí le parece muy natural ingresar al Carmelo para salvar almas. Pero un testimonio de Sor Genoveva nos abre un resquicio para descubrir un nuevo paso en el discernimiento vocacional de Teresita. ¿Cómo hizo ella para conciliar su antiguo deseo de ir al desierto por sólo Jesús y esta sed de almas que le arrebata el corazón?. Escuchemos a Celina
A los catorce años, estando leyendo algunas páginas de los anales de unas religiosas misioneras, interrumpió bruscamente la lectura y me dijo: “no quiero saber más, tengo ya tan violentos deseos de ser misionera: ¡qué sería si los avivara aún con el espectáculo de este apostolado!. Yo quiero ser carmelita”..
¿Por qué persiste Teresita en optar por la vida contemplativa? ¿No es esto rechazar un claro llamamiento divino a dedicarse a salvar almas? La respuesta es tan sorprendente, que algunos estudiosos no dudan en ver aquí un verdadero hito en la historia de la Iglesia.
La vida religiosa se le aparecía sobre todo como un medio para salvar almas. Incluso pensó en hacerse religiosa de las misiones extranjeras; pero la esperanza de salvar un número más crecido de almas por la mortificación y el sacrificio de sí misma la decidió a encerrarse en el Carmelo. Era para sufrir más, y por ello ganar más almas a Jesús. Consideraba ser más duro para la naturaleza el trabajar sin ver jamás el fruto de sus esfuerzos, sin estímulos, sin distracciones de ningún género, y que el trabajo penoso por excelencia es el que se emprende sobre sí mismo para vencerse. Así esta vida de muerte, la más lucrativa para la salvación de las almas, fue la que ella quiso abrazar, deseando, como ya dije, verse prisionera cuanto antes para procurar a las almas las bellezas del Cielo.
El testimonio es muy claro. Teresita no entra al Carmelo para escaparse del mundo para escapar del trabajo de la Iglesia por difundir el Evangelio. Ella lleva al mundo dentro, lleva cada alma en su corazón. Entregará toda su existencia por los demás. Entrando al Carmelo se introduce en lo íntimo del mundo y de la Iglesia. Vive ya desde entonces en plano mundial, con un corazón universal. No queremos decir que sea nueva la idea de rezar por los demás. Lo que sí creemos original es la afirmación rotunda de la supremacía en eficacia apostólica de la vocación contemplativa.
Un paso más nos falta dar. El viaje a Roma para conseguir el permiso de entrar al Carmelo a los quince años le dará oportunidad de precisar aún más su misión, abriéndola de este modo a percibir con un realismo increíble su influjo.
En efecto, en dicho viaje esta jovencita que no había tenido mayor trato con el mundo, descubre las “sombras” de los ministros de Dios
Como nunca había vivido en su intimidad, no podía comprender el fin principal de la reforma del Carmelo. Orar por los pecadores me encantaba; ¡pero orar por las almas de los sacerdotes, que yo creía más puras que el cristal, me parecía muy extraño!. En Italia comprendí mi vocación. Y no era ir a buscar demasiado lejos un conocimiento tan importante..(...)
¡Qué hermosa es, Madre querida, la vocación de la carmelita, que tiene como objeto conservar la sal destinada a las almas!. Y esta es la vocación del Carmelo, pues el único fin de nuestras oraciones y de nuestros sacrificios es ser apóstoles de apóstoles, rezando por ellos mientras ellos evangelizan a las almas con su palabra, y sobre todo con su ejemplo...Ms A 56rº
Esta idea directriz de su vocación no es nueva. Ella misma la reconoce como “la vocación del Carmelo”. Lo interesante es ver como Teresita la descubre casi empíricamente, a una corta edad y seguramente antes de leer las constituciones o la Vida de la Madre Teresa. Esta idea se consolida en los meses previos a su ingreso al Carmelo, y por fin al ingresar declara: “He venido para salvar almas, y sobre todo, para orar por los sacerdotes” (Ms A 69 vº)
Así lo hizo, de un modo apasionado. Una carta a Celina dos años después de su entrada nos descubre la profundidad de su deseo y la intensidad de sus oraciones. En ella se va perfilando un modo todavía más real de describir la eficacia de la oración:
Sí, Celina, vivamos para las almas..., seamos apóstoles...salvemos sobre todo las almas de los sacerdotes. Esas almas debieran ser más transparentes que el cristal... pero ¡ay!, cuantos malos sacerdotes, cuantos sacerdotes que no son lo bastante santos...! Oremos y suframos por ellos, y en el último día Jesús estará agradecido. ¡Nosotras le daremos almas...! ¿Comprendes, Celina, el grito de mi corazón? Cta 94, 14 de julio de 1889
Progresivamente vemos a Teresita tomar más conciencia de la verdadera causalidad de su vida escondida. Va descubriendo un modo más hondo de influir en las almas. Comienza a perfilarse un tema que será muy fuerte: el de la carmelita como madre de almas. En otra carta a Celina expresa audazmente este concepto.
Últimamente me ha venido un pensamiento que necesito transmitirle a mi Celina. Un día, mientras pensaba qué podía hacer para salvar almas, unas palabras del Evangelio me llenaron de luz. Una vez, Jesús decía a sus discípulos, mostrándoles los campos de mieses maduras: “levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya blancos para la siega”. Y un poco más tarde: “la mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores”.
¡Qué gran misterio...! ¿No es Jesús todopoderoso? ¿No son las criaturas de quien las ha hecho? Entonces, ¿por qué dice Jesús: “rogad al Señor de la mies que envíe trabajadores”? ¿Por qué...? ¡Ah!, es que Jesús siente por nosotras un amor tan incomprensible, que quiere que tengamos parte con él en la salvación de las almas. Él no quiere hacer nada sin nosotras. El creador del universo espera la oración de una pobre alma para salvar a las demás almas, rescatadas como ella al precio de toda su sangre.
Nuestra vocación no consiste en ir a segar en los campos de mieses maduras. Jesús no nos dice: “bajad los ojos, mirad los campos e id a segar”. Nuestra misión es más sublime todavía. He aquí las palabras de nuestro Jesús: “levantad los ojos y mirad”. Mirad cuantos sitios vacíos hay en mi cielo, a vosotras os toca llenarlos, vosotras sois mis Moisés orando en la montaña, pedidme trabajadores y yo los enviaré, ¡no espero más que una oración, un suspiro de vuestro corazón...!
El apostolado de la oración, ¿no es, por así decirlo, más elevado que el de la palabra? Nuestra misión, como carmelitas, es la de formar trabajadores evangélicos que salven millares de almas, cuyas madres seremos nosotras....Celina, si no fueran éstas palabras mismas de nuestro Jesús, ¿quién se atrevería a creerlas...? ¡Me parece tan hermoso nuestro destino!, ¿qué tenemos que envidiar a los sacerdotes?. (Cta 135 del 15 de agosto de 1892)
Es muy importante en este texto que Teresita busca siempre su vocación con textos de la Sagrada Escritura, tanto del Nuevo como del Antiguo. La alusión a Moisés en la batalla de los amalecitas dibuja lo importante que era en la mirada de Teresita la vida contemplativa para la vida de la Iglesia toda. Impresiona ya aquí cómo para ella la acción invisible de la contemplativa está en un mismo plano de eficacia que la misma acción sacerdotal. Veremos como esta idea se desenvuelve.
Un último paso hemos de dar para llegar a la Teresita totalmente madura, y viviendo ya en un amor que alcanza dimensiones sociales y colectivas universales.
Teresita narra en el Ms C qué fuerte era su deseo de tener un hermano sacerdote. Pensaba en que si los suyos no hubieran fallecido de pequeños, lo hubieran sido con seguridad. Y por ello ya no esperaba ver cumplido su sueño Pero a finales de 1895 la madre Inés le confía los intereses de un seminarista, a quien en adelante debía ayudar con sus oraciones y sacrificios. Teresita cuenta que sintió aquél día una alegría tan intensa como hacía años que no experimentaba “Era como si alguien hubiese pulsado por primera vez en ella unas cuerdas musicales hasta entonces olvidadas” (Ms C 32rº) Por el momento no escribirá al seminarista. Su ayuda se realizará en la oración y el sacrificio. Esto le permite reflexionar sobre el valor de sus cartas:
Tengo que confesar que al principio no conté con ningún consuelo que estimulara mi celo. Mi hermanito (...)no dio más señales de vida hasta el mes de julio siguiente. Es cierto que a los misioneros podemos ayudarlos por la oración y el sacrificio. Pero a veces, cuando Jesús quiere unir dos almas para su gloria, permite que de tanto en tanto puedan comunicarse sus pensamientos y animarse así mutuamente a amar más a Dios.
Pero para ello se requiere la voluntad expresa de la autoridad, pues me parece que de lo contrario esa correspondencia haría más mal que bien, si no al misionero, sí al menos a la carmelita (...) Creo que, para que mis cartas hagan provecho, he de escribirlas por obediencia y experimentar, al escribirlas, más repugnancia que placer. Ms C 32rº, 32vº
¿Quién podría dudar el enorme tesoro que constituyen sus cartas, en las que ejerce una verdadera dirección espiritual?. Sin embargo, no se deja engañar por las apariencias Unos días más tarde de la redacción del Manuscrito C, Teresita expresa esto de modo aún más firme:
“Cualquiera podría escribir lo que yo escribo, y recibir los mismos cumplidos y la misma confianza. Nosotras sólo podemos ser útiles a la Iglesia con la oración y el sacrificio. (...) En el Carmelo no se ha de acuñar moneda falsa para comprar almas... Y con frecuencia las bellas palabras que se escriben y las bellas palabras que se reciben son moneda falsa CA 8.7.16
El 30 de Mayo de 1886 la Madre María de Gonzaga le confía los intereses espirituales de otro misionero, el p. Roulland. Teresita siente miedo, pues había ofrecido por Belliere “todas sus oraciones y sacrificios” (Or . Pero acepta el encargo cuando la Madre la convence de que la obediencia duplicaría sus méritos. Y aún más:
En el fondo, Madre, yo pensaba igual que usted. Es más: ya que el celo de una carmelita debe abarcar el mundo entero, espero, con la gracia de Dios, ser útil a más de dos misioneros y nunca me olvidaré de rezar por todos, sin dejar de lado a los simples sacerdotes(...) En una palabra, quiero ser hija de la Iglesia, como nuestra Madre Santa Teresa, y rogar por las intenciones de nuestro santo Padre, sabiendo que sus intenciones abarcan todo el Universo Ms C 33vº
Es interesante ver cómo su mirada sobrenatural no le impide tomar muy en serio su nueva fraternidad. En las cartas a sus “hermanos” encontramos dibujada con claridad su labor en las almas. Ella habla de “trabajar con usted por la salvación de las almas” “ser misionera por el amor y la penitencia” (Cta 189) No duda en llamar a su unión con el p. Roulland “lazos del apostolado” “yo atravieso el mar en su compañía”. Esa unión es tan fuerte que “la distancia nunca podrá separar nuestras almas, y la muerte misma hará más íntima nuestra unión” Vive tan intensamente la unión que pide a Nuestro Señor “que no me deje nunca gozar mientras usted está sufriendo (...) quisiera que mi hermano tuviese siempre los consuelos y yo las pruebas” (Cta 193). Dios cumple sus deseos con un intercambio misterioso: “ al no poder ser sacerdote, quería que, en su lugar, un sacerdote recibiese las gracias del Señor, que tuviese las mismas aspiraciones y los mismos deseos que ella”. Ella es un “pequeño Moisés” (Cta 201) Evidentemente Teresita goza escribiendo para ayudar y consolar, pero no duda en decirle a uno de sus hermanos “creo que el medio más seguro para lograrlo es orar y sufrir”, ese es el modo más seguro de “trabajar juntos por la salvación de las almas” (Cta 213) Esta última frase parece ser el leitmotiv de sus cartas con los misioneros. Pronto veremos cómo Teresa proyecta continuar trabajando en el cielo.
Esta unión entre contemplación y vida activa tiene un valor multiplicador, que Teresita ha expresado con una imagen inmortal
Yo bien poca cosa puedo hacer, o, mejor, absolutamente nada si estuviese sola. Lo que me consuela es pensar que a su lado puedo servir para algo. En efecto, el cero por sí solo no tiene valor, pero colocado junto a la unidad se hace poderoso, ¡con tal que se lo coloque en el lugar debido, detrás y no delante...! Cta 226, del 9 de mayo de 1897, al p. Roulland
La conciencia de universalidad y del valor de esa vida escondida se acentúa al aproximarse su muerte. Elijo algunos de los muchos dichos de las Últimas conversaciones. El realismo con que hable de un intercambio, incluso físico, entre ella y sus misioneros, es de una audacia infantil.
Quiero ir a Hanooi para sufrir mucho por Dios. Quisiera ir allá para estar completamente sola, para no tener consuelo alguno en la tierra. En cuanto a la idea de ser útil allí, ni siquiera se me pasa por el pensamiento, estoy completamente convencida de que no haría absolutamente nada. CA 15.5.6
Estoy convencida de la inutilidad de los remedios que tomo para curarme; pero me las he arreglado con Dios para que haga que se aprovechen de ellos los pobres misioneros que no tienen tiempo ni medios para curarse. Le pido que los cure a ellos, en vez de a mí, por medio de los medicamentos que a mí me obligan a tomar. CA 21/26.5.5
“Me la encontré caminando penosamente. le dije que este paseo no puede hacerle ningún bien...” Es verdad, ¿pero sabes lo que me da fuerzas? Pues camino por un misionero. Pienso que allá lejos, muy lejos, tal vez alguno de ellos esté agotado en sus correrías apostólicas, y para aminorar sus fatigas ofrezco yo las mías a Dios UC María del Sagrado Corazón. Mayo 1897
Es sabido que el primer sentido de esta expresión -presente en su Acto de ofrenda al amor misericordioso, del 9 de junio de 1895- es la total carencia de méritos personales, para que el Señor sea quien nos justifique. Pero algunos textos nos permiten señalar que Teresita tiene las manos vacías porque no ha guardado para sí nada. Todo lo ha dado inmediatamente a sus hermanos, sea en su vida conventual o más profundamente en la comunión de la Iglesia universal.
Así es como me he unido espiritualmente a los apóstoles que Jesús me ha dado por hermanos: todo lo mío es de cada uno de ellos. Ms C 33vº
Nada me para en las manos. Todo lo que tengo y todo lo que gano es para la Iglesia y para las almas. Aún cuando llegue a vivir 80 años, seguiré siendo igual de pobre. CA 13.7.3
Si hubiera sido rica, no hubiese podido ver a un pobre sin darle enseguida parte de mis bienes. De la misma manera, a medida que gano algún tesoro espiritual, sabiendo que en ese instante hay almas que están en peligro de perderse y caer en el infierno, les doy todo lo que tengo, y todavía no he encontrado un solo momento para decirme: ahora voy a trabajar para mí CA 14.7.2
Teresita es, de este modo, absolutamente pobre, no sólo ante Dios, sino también respecto a los demás. Ha descubierto que efectivamente “hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20, 31) y no duda en hacerlo con la radicalidad y el apasionamiento que la caracteriza. Sus manos vacías la distancian incluso de Santa Teresa de Jesús, que escribía: “Cueste lo que costare, no queráis que vaya delante de vos tan vacías las manos, pues conforme a las obras se ha de dar el premio” Para ella, la pobreza no es imperfección sino fruto de la plenitud de la donación. Así vemos a Teresita seguir el camino del Señor quien “siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” ( cfr 2 Cor 8, 9)
¿En qué se fundamenta Teresita? ¿Qué base doctrinal tiene para afirmar con tanta seguridad la eficacia de su vida carmelita?. Creemos que la ha impresionado fuertemente la lectura de a su padre san Juan de la Cruz, a quien ella cita en más de una oportunidad:“es más precioso(...)un poquito de este amor puro, y más provecho hace a la Iglesia, (...) que todas esas otras obras juntas” (Cta 221, 19 de marzo de 1897).. He ahí el dogma de la comunión de los santos en su más profunda expresión. Aunque no sabemos en qué época se topó con el texto, se puede afirmar que sobre esa base Teresita edificó su misión apostólica, o al menos encontró en él una sólida fundamentación. Pero ella desarrolla algunos aspectos nuevos que permiten una visión de la comunión de los santos en algunos aspectos original. No los hace sistemáticamente, sino recurriendo a tres imágenes que sin contradecirse redondean la idea. Descubrimos una auténtica teología de la comunión de los santos. En este caso no sigo el orden cronológico sino de ideas
Una mañana, durante la acción de gracias, Jesús me inspiró un medio muy sencillo de cumplir mi misión. Me hizo comprender estas palabras del Cantar de los Cantares: “atráeme, y correremos tras el olor de tus perfumes” (Ct 1,3)
¡Oh, Jesús!, ni siquiera es, pues, necesario decir: Al atraerme a mí, atrae también a las almas que amo. Esta simple palabra, “atráeme”, basta.
Lo entiendo, Señor. Cuando un alma se ha dejado fascinar por el perfume embriagador de tus perfumes, ya no puede correr sola, todas las almas que ama se ven arrastradas tras de ella. Y eso se hace sin tensiones, sin esfuerzos, como una consecuencia natural de su propia atracción hacia ti. Como un torrente que se lanza impetuosamente hacia el océano arrastrando tras de sí todo lo que encuentra a su paso, así, Jesús mío, el alma que se hunde en el océano sin riberas de tu amor atrae tras de sí todos los tesoros que posee...
Señor, tú sabes que yo no tengo más tesoros que las almas que tú has querido unir a la mía. Estos tesoros tú me los has confiado. Por eso me atrevo a hacer mías las palabras que tú dirigiste al Padre ce3lestial la última noche que te vio, peregrino y mortal en nuestra tierra (...) Sí Señor, esto es lo que yo quisiera repetir contigo antes de volar a tus brazos. ¿Es tal vez una temeridad? No, no. Hace ya mucho tiempo que tú me has permitido ser audaz contigo. Como el padre del hijo pródigo cuando hablaba con su hijo mayor, tú me dijiste: “todo lo mío es tuyo”. Por tanto, tus palabras son mías, y yo puedo servirme de ellas para atraer sobre las almas que están unidas a mí las gracias del Padre Celestial. (Ms C 33vº, 34rº)
Madre querida, esa es mi oración. Yo pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me una tan íntimamente a él que sea él quien viva y quien actúe en mí. Siento que cuanto más abrase mi corazón el fuego del amor, con mayor fuerza diré”atráeme”; y que cuanto más se acerquen las almas a mí (pobre trocito de hierro, si me alejase de la hoguera divina), más ligeras correrán tras los perfumes de su amado. Porque un alma abrasada de amor no puede quedarse inactiva. Es cierto que, como María Magdalena, permanece a los pies de Jesús, escuchando sus palabras dulces e inflamadas. Parece que no da nada, pero da mucho más que Marta, que anda inquieta y nerviosa con muchas cosas y quisiera que su hermana la imitase. Ms C 36rº
Teresita da con este texto su expresión más acabada de la fecundidad de la vida contemplativa: “ha hecho ver con toda claridad por vez primera que la acción no sólo es efecto de la contemplación desbordante (...) sino que la contemplación de sí y por sí es una fuerza motriz y hasta, en definitiva, la fuente superior de toda fecundidad, la primera palanca de todo cambio efectivo”
Sor María de la Eucaristía quería encender las velas para una procesión. No tenía cerillas, pero al ver la lamparilla que arde ante las reliquias, se acercó; pero, ¡ay!, la encontró medio apagada, no quedaba más que un débil destello en la mecha carbonizada. Sin embargo, consiguió encender su vela, y gracias a esa vela, se fueron encendiendo todas las de la comunidad. Fue aquella lamparita medio apagada la que produjo aquellas hermosas llamas que, a su vez, hubieran podido producir infinidad de otras e incluso incendiar el universo. Sin embargo, la causa primera de ese incendio se debería siempre a esa lamparita. ¿Podrán entonces las hermosas llamas, sabiendo esto, gloriarse de haber provocado semejante incendio, cuando ellas mismas sólo se encendieron gracias a aquella centellita...?
Lo mismo ocurre con la comunión de los santos. Muchas veces, sin que nosotros lo sepamos, las gracias y las luces que recibimos se las debemos a un alma escondida, porque Dios quiere que los santos se comuniquen la gracia unos a otros por medio de la oración, para que en el cielo se amen con un gran amor, con un amor mucho mayor que el amor de una familia, hasta el de la familia más ideal de la tierra. ¡Cuántas veces he pensado si no deberé yo todas las gracias que he recibido a las oraciones de un alma que haya pedido por mí a Dios y a la que no conoceré más que en el cielo!
Sí, una centellita muy pequeña puede hacer brotar grandes lumbreras en toda la Iglesia, como dotores y mártires, que estarán muy por encima de ella en el cielo; ¿pero quién podrá decir que su gloria no se tornará la de ella?
En el cielo no habrá miradas de indiferencia, porque todos los elegidos reconocerán que se deben unos a otros las gracias que les han merecido la corona. CA 15.7.5
El texto es de por sí elocuente. Sólo quiero subrayar la importancia enorme que puede tener para la vida de la Iglesia una consideración así de sobrenatural. Nada más lejos de su pensamiento que la lucha por el poder, por la influencia, por el protagonismo... Han desaparecido las proporciones humanas con las que acostumbramos medir los papeles y los roles de los miembros del Cuerpo místico.
En el llamado Manuscrito B, considerado desde ya hace varios decenios una joya de la literatura cristiana, se encuentra uno de los textos más conocidos de Teresita. Para comprenderlo bien, debemos precisar el contexto biográfico. En los primeros días de septiembre llegan al Carmelo las noticias del proceso de beatificación de las carmelitas mártires durante la revolución. Su celo suscita un gran entusiasmo en Teresita. El 7 de septiembre por la noche entra en ejercicios espirituales. Durante el 8 Teresa dedica un tiempo libre a contestar una petición de su hermana María del Sagrado Corazón, quien en una carta le pedía que exponga por escrito su “caminito”. Teresa narra entonces las gracias recibidas en los últimos cinco meses, y culmina con el descubrimiento de su vocación personal. Citamos este texto al final del camino porque creemos que es la cumbre de su pensamiento sobre el misterio de la solidaridad en la Iglesia. Se llega aquí “al fondo de la misión de Teresa, que la coloca más allá de la acción y la contemplación”. Aquí está “su modo de entender su propia posición dentro de la Iglesia, y, con ello, exponer también su doctrina sobre la Iglesia misma”
Lo realiza en una exposición de 1 Cor 12-13. Ella va allí buscando su propia vocación. Siente deseos inmensos:
Ser tu esposa, Jesús, ser carmelita, ser por mi unión contigo madre de almas, debería bastarme... Pero no es así...(...)siento en mi interior otras vocaciones.(...) ¡Oh, Jesús, amor mío, mi vida...! (...) ¿cómo convertir en realidad los deseos de mi pobrecita alma?. Ms B 2vº 3rº
Con este tormento -que ella llama “verdadero martirio”- y, sin duda preparada por él, se “encuentra” un día los capítulos 12 y 13 de la carta a los Corintios, .
Leí en el primero que no todos pueden ser apóstoles, profetas, o doctores, etc..; que la Iglesia esta compuesta por diferentes miembros, y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano.
...La respuesta estaba clara, pero no colmaba mis deseo ni me daba la paz... (...)
Seguí leyendo, sin desanimarme, y esta frase me reconfortó: “ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino inigualable”. Y el apóstol va explicando cómo los mejores carismas nada son sin el amor... Y que la caridad es ese camino inigualable que conduce a Dios con total seguridad.
Podía, por fin, descansar. Al mirar el cuerpo místico de la Iglesia, yo no me había reconocido en ninguno de los miembros descritos por San Pablo; o mejor dicho, quería reconocerme en todos ellos.
La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor.
Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre...
Comprendí que el amor encerraba todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares... En una palabra, ¡que el amor es eterno...!
Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío..., al fin he encontrado mi vocación! ¡mi vocación es el amor...!
Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dio mío, eres tú quien me lo has dado... En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor... Así lo seré todo... ¡¡¡Así mi sueño se verá hecho realidad...!!! Ms B 3rº, 3vº
Entonces Teresita desarrolla un pensamiento importante: el mismo amor que ella quiere ser y vivir en la Iglesia, no lo tiene por ella misma, lo recibe de los demás . Es conciente de sus límites y de su pequeñez y por eso pide a los santos y ángeles “su doble amor” (Ms C 4rº)
Lo que pide es el amor... No sabe más que una cosa: amarte, Jesús... Las obras deslumbrantes le están vedadas: no puede predicar el Evangelio, ni derramar su sangre... Pero, ¿qué importa?, sus hermanos trabajan en su lugar y él , como un niño pequeño, se queda muy cerca del trono del Rey y de la Reina y ama por sus hermanos que luchan...
¿Pero cómo podrá demostrar él su amor, si es que el amor se demuestra con obras? Pues bien, el niñito arrojará flores, aromará con sus perfumes el trono real, cantará con su voz argentina su cántico de amor... Ms B 4rº
Como un reloj se para al acabársele la cuerda, así toda la acción de la Iglesia quedaría paralizada si el amor contemplativo se extinguiera. De este modo el amor se eleva por encima de todas las misiones particulares. Está vivo en ellas, pero él es universal El resultado es un absoluto comunismo de todos los bienes, gracias y riquezas dentro de una plena salvaguarda de las personas y misiones particulares. Lo novedoso es que Teresita ve su misión en ser el elemento comunicante. El amor circula por el Cuerpo místico como la sangre, y hace que todos los santos sean parientes entre sí Hay un comunismo de merecimientos. Gracias al amor desaparecen “no sólo el límite que cuidadosamente separa una persona de la otra, sino que se hacen relativas también todas las leyes de la naturaleza, las relaciones de fácil y difícil, de pequeño y de grande, de importante y no importante”. Enseguida veremos como hace desaparecer también la frontera entre el cielo y la tierra
Termino citando nuevamente a Balthasar: “Su alma está tan repartida que no sólo el Señor sufre y ama con ella y en ella, sino que ella misma sufre y ama juntamente con sus hermanos y haciendo sus veces. Sufriendo les quita el sufrimiento y amando les regala su amor”
De este modo, la Iglesia en su misterio más íntimo es, a imagen de la Trinidad, un misterio de perijoresis: todos en todos, todos en cada uno.
En el primer punto señalamos cómo Teresita vivió siempre relacionada con la Iglesia celestial. Cuando se aproximaba el momento de su partida, se acrecienta en ella el deseo del Cielo. Y las certezas y experiencias vividas moldean su esperanza, llegando a dibujar una imagen de la gloria asombrosa y, a mi entender, en algunos aspectos original.
Desde la Pascua de 1886 Teresita tenía la seguridad de que iba a morir pronto. Las primeras manifestaciones de la enfermedad que acabaría por llevarla fueron para ella “como un tenue y lejano murmullo (que le anuncia) la llegada del Esposo” (Ms C 5rº) Es justamente por entonces cuando comienza la prueba de la fe, la más dura de las que haya atravesado en toda su existencia. El pensamiento del cielo “se le vuelve motivo de lucha y de tormento” (Ms C 5rº) En ocasiones teme blasfemar. Esta lucha no la abandonará hasta su partida.
Esto hace más asombrosa aún su insistencia en que su misión está por comenzar. A partir de febrero del año de su muerte, esta idea parece ser la dominante. En una representación sobre San Estanislao Kotska del 8 de febrero pone en labios de su héroe la única pregunta que ya le importa: “dime que los bienaventurados pueden seguir trabajando por la salvación de las almas... Si en el paraíso no puedo trabajar por la gloria de Jesús, prefiero seguir en el destierro y luchar por él”. Teresita no se cansa de prometer su auxilio y protección a sus hermanos misioneros, sus hermanas, las novicias. Selecciono algunos pensamientos ordenándolos por fecha, para finalizar con un intento de síntesis.
Después, en el Cielo, desearé lo mismo que deseo ahora en la tierra: amar a Jesús y hacerlo amar. Señor abate, debo de parecerle muy rara, y quizá hasta lamente tener una hermana que, al parecer, quiere ir a gozar del destierro y dejarlo a usted solo trabajando... Pero no se preocupe, que lo único que deseo es hacer la voluntad de Dios, y le confieso que si en el cielo no pudiese seguir trabajando por su gloria, preferiría el destierro a la Patria. Desconozco el futuro, pero si Jesús convierte en realidad mis presentimientos, le prometo seguir siendo su hermanita allá en el cielo. Nuestra unión, lejos de romperse, se hará más estrecha todavía; allí ya no habrá ni clausura ni rejas, y mi alma podrá volar con usted a las lejanas misiones. Nuestros papeles seguirán siendo los mismos: el suyo, las armas apostólicas, el mío la oración y el amor... Cta 220, 24 de febrero de 1897, al abate Belliere
Quisiera decirle, querido hermanito, un montón de cosas que comprendo ahora que estoy a las puertas de la eternidad. Pero no muero: entro a la vida, y todo lo que no puedo decirle aquí abajo se lo haré entender desde lo alto de los cielos... Carta 244, 9 de junio de 1897, al abate Belliere
“¿Así que vas a dejarnos?” ¡Qué va! El señor abate me ha dicho “será para ti un gran sacrificio dejar a tus hermanas”. Y yo le he contestado: Pero, Padre, creo que no las dejaré; al contrario, después de mi muerte estaré mucho más cerca de ellas. CA 6.7.1
Cuando mi hermanito querido parta para África, yo lo seguiré, y ya no con el pensamiento o con la oración: mi alma estará siempre con él y su fe le hará descubrir la presencia de una hermanita que Jesús le dio, no para que le sirviera de apoyo durante apenas dos años, sino hasta el último día de su vida. Cta 253, 13 de julio de 1897, al abate Belliere
“Nos mirarás desde lo alto del cielo, ¿no?”. No: ¡bajaré! CA13.7.3
No puedo pensar mucho en la dicha queme espera en el cielo; sólo una esperanza hace ya palpitar mi corazón, y es el amor que recibiré y el que yo misma podré dar. Además pienso en todo el bien que podré hacer después de la muerte: hacer que se bauticen niños, ayudar a los sacerdotes, a los misioneros, a toda la Iglesia... CA 13.7.17
Presiento que voy a entrar en mi descanso... Pero presiento sobre todo que mi misión va a comenzar: mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo y de dar mi caminito a las almas. Si Dios escucha mis deseos, pasaré mi cielo en la tierra hasta el fin del mundo. Sí, yo quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra. Y eso no es algo imposible, pues, desde el seno mismo de la visión beatífica, los ángeles velan por nosotros. Yo no puedo convertir mi cielo en una fiesta, no puedo descansar, mientras haya almas que salvar... CA17.7
Dios no me daría este deseo de hacer el bien en la tierra después de mi muerte, si no quisiera hacerlo realidad. Me daría más bien el deseo de descansar en él. CA18.7.1
Ahora mi sueño es compartir con usted el “maná escondido” que el Todopoderoso prometió dar al vencedor. Cta 261, 26 de julio del 97, al abate Belliere
De los textos que, como se observa, están concentrados en muy poco tiempo, simplemente sacamos algunas conclusiones:
ü Teresita se da cuenta de que sus deseos y proyectos para después de la muerte tienen algo de temerarios. Pero se siente segura por una certeza que la acompaña: “Dios siempre me ha hecho desear lo que quería darme” (CA 13.7.15) Dios ha hecho de este deseo casi una obsesión en sus últimos meses. Por lo tanto, debe poder realizarlo.
ü Pero esta certeza no exime a Teresita de preguntarse también por el cómo. Evidentemente, no desarrolla una argumentación científica para fundamentar sus aspiraciones. Le basta hacer alusión al auxilio de los ángeles
ü Impresiona el realismo de sus expresiones. Tal vez no llama la atención que prometa a los misioneros estar más cerca de ellos que en la tierra. Pero sí es sorprendente que insista en que permanecerá más unida a sus hermanas que durante su vida terrena. La comunión de los santos en el cielo con los viadores es más real e intensa que los lazos de la carne, que la comunión en la vocación carmelita, que la convivencia cotidiana
ü El influjo que Teresita espera ejercer no es indirecto; no se reduce a pedir por sus hermanos. Ella enseñará, consolará, hará bautizar niños, hará saborear el “maná escondido”. Sorprende también su particularismo y universalismo. Ha de seguir siendo hermanita de sus misioneros por toda la eternidad, pero hará mucho bien a toda la Iglesia
ü El apostolado de Teresita, en esta o en la otra vida, es siempre expresión y consecuencia de su amor. Si en los comienzos de su vida religiosa el “sólo Jesús” era la idea central, ahora el leitmotiv es “amar a Jesús y hacerlo amar” En ella se ve como el amor de Dios no encierra, sino que se abre siempre hacia los demás.
Para concluir esta sección, me parece oportuno señalar como Teresita presenta de modo gráfico que la persona es esencialmente relacional. No puede ni quiere imaginarse sola con Jesús. Teresita glorificada es un himno a la proexistencia. No concibe su felicidad sino como un derramarse continuamente en bien de sus hermanos. Es como una verificación de la antropología cristiana. El hombre, creado a imagen de Cristo, realiza su vocación sólo despojándose de sí mismo (Fil 2, 5-11) para salvación de los demás. Participando de la vida de la Trinidad, Teresita se imagina a sí misma en un eterno vaciarse, despojarse de sí mismo en la plenitud de la relación, para sólo así llegar a ser ella misma.
Como conclusión de mi trabajo, quiero transcribir otro pasaje de Teresita que, a pesar de estar inmediatamente a continuación del conocido sobre su vocación en la Iglesia, no es tan citado. Nuevamente ella nos describe la comunión de los santos, aquella realidad en la que como nadie tal vez ella ha vivido inserta. No lo hace con conceptos abstractos ni términos técnicos, sino fiel a su estilo. Nuevamente se destacan su universalidad, su catolicidad en sentido pleno: el querer todo, para todos. Ninguna ocasión quedará sin aprovechar; ningún alma se verá privada de los frutos de su amor.
Quiero sufrir por amor, y hasta gozar por amor. Así arrojaré flores delante de tu trono. No encontraré ni una sola en mi camino que no deshojaré para ti. Y además, al arrojar flores, cantaré (¿puede alguien llorar mientras realiza una acción tan alegre?) cantaré aún cuando tenga que coger las flores entre las espinas, y tanto más melodioso será mi canto cuanto más largas y punzantes sean las espinas.
¿Y de qué te servirán, Jesús, mis flores y mis cantos...? Sí, lo sé muy bien: esa lluvia perfumada, esos pétalos frágiles y sin valor alguno, esos cánticos de amor del más pequeño de los corazones te fascinarán.
Sí, esas naderías te gustarán y harán sonreír a la Iglesia triunfante, que recogerá mis flores deshojadas por amor y las pasará por tus divinas manos, Jesús. Y luego esa Iglesia del cielo, queriendo jugar con su hijito, arrojará también ella esas flores – que habrán adquirido a tu toque divino un valor infinito- arrojará esas flores sobre la Iglesia sufriente para apagar sus llamas, y las arrojará también sobre la Iglesia militante para hacerle alcanzar la victoria...
¡Jesús mío, te amo! Amo a la Iglesia, mi Madre,. Recuerdo que “el más pequeño movimiento de puro amor es más útil a la Iglesia que todas las demás obras juntas”. Ms B 4vº
Quiera el Señor conceder a su Iglesia en el tiempo presente una fe tan intensa como la de la Doctora de Lisieux. A la luz de sus enseñanzas, todos los miembros de Cristo, estén donde estén, ocupen el lugar que ocupen, sabrán que cada acto de amor atraviesa las fronteras de su existencia e incluso las de la muerte, y que incluso las situaciones en apariencia más carentes de sentido pueden ser convertidas por el amor en un tesoro que enriquezca a los demás.
BALTHASAR, U. VON, Historia de una misión, Herder, Barcelona, 1964.
BALTHASAR, U. VON, Teología y santidad, en Ensayos teologicos I, Guadarrama, Madrid, 1964
COMBES, A. Introducción a la espiritualidad de Santa Teresita del Niño Jesús, Descleé, Buenos Aires, 1952.
DE MEESTER, C, Las Manos Vacías, Monte Carmelo, Burgos, 1990
PARAJÓN, M., Santa Teresa de Lisieux, BAC, Madrid, 1987
PETITOT, Un Renacimiento Espiritual, Splendor, Santiago de Chile, 1945
Indice
Las siglas son las convencionales para la lengua castellana. Las extraigo de las Obras Completas, Monte Carmelo, Burgos, 1998
Ver el artículo de BREUNING, W., Comunión de los santos, en AAVV, Sacramentum mindi, t. I, Herder, Barcelona, 1972, cc834-838; cfr. PIE I NINOT, S., La teología fundamental, Secretariado Trinitario, Salamanca, 2001, p 483.
Balthasar, Historia de una misión, p. 21
Recordamos aquí lo ya dicho, de cómo muchos teólogos consideran la comunión de los santos como la res tantum de la Iglesia, en la analogía sacramental.
Teología y santidad, p 267 El autor desarrolla extensamente el origen de la división entre dogmática y espiritualidad y sus nefastas consecuencias.
Pretendo seguir así, modestamente, la ruta señalada por Balthasar en Historia de una misión
En adelante utilizo este nombre para referirme a nuestra santa
Para los datos acerca de su vida, sintetizo los datos de la introducción a las Obras completas, además de datos recogidos en los estudios citados en bibliografía.
COMBES, Introducción a la espiritualidad de Santa Teresita del Niño Jesús, pp. 163
La muerte de su madre había hecho su carácter más retraído y sensible. En octubre de 1881 debe ingresar como medio-pensionista en la Abadía de las benedictinas, donde pasa “los años más tristes de su vida” (Ms A 22 rº) En octubre de 1882 Paulina, su “segunda madre”, ingresa al Carmelo de Lisieux. En diciembre sabe que va a tener que postergar aún más su primera comunión.
Como miedo a haber fingido la enfermedad, miedo a haber mentido respecto a la sonrisa de la Virgen (Ms A 31 rº) El colegio sigue siendo una tortura, al punto de tener que regresar muchas veces a su casa para ser instruida por María. Un retiro excesivamente severo en la Abadía, en mayo de 1885, desata en ella una crisis de escrúpulos, que será una de las cruces más dolorosas de su vida. Su hermana María era la única capaz de tranquilizar su conciencia. Y el 15 de octubre ingresa al Carmelo de Lisieux.
Esa misma impresión nos transmite Teresita al narrar el sueño del 9 de Mayo de 1896 en el cual la venerable Ana de Jesús, fundadora del Carmelo en Francia, le dice que Dios está contenta con ella. (cfr Ms B, 2 vº). Esta visita tiene como efecto sobre todo sentir nuevamente que hay un cielo y en él personas que nos aman.
BALTHASAR, Historia... p. 198
Esta acción de Dios descrita por Teresita es completada por lo acontecido con Pranzini. La conversión de este condenado a muerte fue para ella una “señal” (Cfr Ms A 46rº) divina, que robustece su certeza de dedicarse a las almas.
No he podido confirmar la fecha exacta, tanto del “domingo de Julio” como de este testimonio de su hermana. Lo más coherente es que estas anécdotas sean posteriores a la experiencia y al hecho Pranzini. La mención de los sacerdotes no necesariamente es indicio de una posterioridad del viaje Roma, ya que para entonces el deseo de ser carmelita era demasiado fuerte como para que Teresita aún vacilara. Creo entonces que puede fecharse las anécdotas de Celina entre Julio y Octubre de 1887.
Extraigo el texto de PETITOT, Un renacimiento espiritual, pp. 119-120.
cfr. BALTHASAR, Historia..., p. 197 : “Lo nuevo en su contemplación está (...) en la visión eclesiológica y soteriológica del todo, como quizá no se había hecho resaltar jamás de manera tan radical y pura en toda la historia de la espiritualidad”
Teresita también evoluciona respecto a este tema. Al principio tuvo un afán preferente y casi excluyente por por el sufrimiento; al finalizar su vida sólo el amor ocupa el centro y el todo. (cfr. Ms A, 83rº)
PETITOT, Un renacimiento espiritual, pp. 120.
Cada carmelita respondía al interrogatorio ¿para qué ingresas al Carmelo? de modo totalmente personal
Esta carta es la primera de una serie en las cuales orar por los sacerdotes es un verdadero leitmotiv: 96, 101, 108, 122...
Uno de los modos típicos con que Teresita expresa las intuiciones que recibe. También es frecuente el “sentí”, “comprendí”, “supe”.
Una de las diferencias entre la Madre Inés y la Madre María de Gonzaga era la menor o mayor apertura del Carmelo.
cfr. De MEESTER, C., Las manos vacías, donde se explaya sobre el itinerario teresiano de desprendimiento de sí misma.
Cántico Espiritual, 29,2. Teresa cita este texto también en OR 12, Ms B 4vº y Cta 245
BALTHASAR, Historia..., pp. 198
Por ser muy extenso, extraigo aquellas expresiones clave.
BALTHASAR, Historia..., pp. 204
Teresita viene refiriéndose a sí misma como un “niñito”
“Con las vírgenes, seremos vírgenes; con los doctores, doctores; y con los mártires, mártires, pues todos los santos son parientes nuestros.” (CA 13.7.12)
BALTHASAR, Historia, p 209
BALTHASAR, Historia, p 212
RP 8, del 8 de febrero de 1897.
He tratado de ser exhaustivo en la investigación, por lo que en caso de pensamientos repetidos, hago la referencia en nota. Sólo añado pensamientos posteriores si agregan o iluminan mejor algún aspecto.
No es casual que los textos sean casi todos al abate Belliere, ya que este le manifestó a Teresita su inquietud ante la posibilidad de su muerte
cfr Cta 258, donde habla incluso de “enseñar”
Cuando cito CA, los diálogos con Teresita son de la madre Inés.
cfr. Cta 261: “le prometo hacerle saborear después de mi partida para la vida eterna la dicha que puede experimentar al sentir cerca de sí a un alma amiga”
San Juan de la Cruz, CE 29, 2..
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